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¿Democracia o patotacracia?

Quiero que se hagan una imagen, reunión familiar de domingo, mucha gente, buena comida casera de la Nona, vino, sidra o champagne y nada que hacer en todo el día salvo quedarse alrededor de la mesa charlando y pasando buenos momentos. De esos momentos me acuerdo cuando empezaba la discusión política, que podía llegar a niveles de tensión insospechado y pese a que los ánimos parecían caldeados, todo terminaba bien y cada uno hacia su catarsis política. Se escuchaban infinidad de argumentos, repasos de historia, estadísticas, nombres de políticos de los años de María Castaña (nota mental: averiguar quien era María Castaña). Cada uno daba su punto de vista, creía tener la razón de porque apoyaba a uno u otro politisaurio, pero había cosas que no se escuchaban entonces y que hoy en día son moneda común en toda discusión política, hay dos frases que particularmente me revientan: la que da a entender que los políticos son todos iguales y las que limitan la opinión al sólo hecho de votar, a ver si me explico, los que dicen: «podés expresar tu rechazo en las urnas». Como si toda nuestra participación en la vida democrática de un país empezaría y termina en las elecciones. Entre períodos electorales debemos mantenernos calladitos, ser esa ¨mayoría silenciosa que no se manifiesta¨ a la que hacía referencia el pavote de Rajoy.

No pertencer al 50 y más por ciento que conforma la mayoría no debería hacernos perder derechos al momento de expresar nuestro descontento. Quienes ganan unas elecciones, deberían saber que esa mayoría los autoriza gobernar y nada más, no les da necesariamente la razón ni legitima sus acciones. El permanente argumento de ¨calladito la boca, porque el 54 % la votó¨ (típico de los seguidores de  CFK) es un ejemplo bastante claro de lo que Gottfried Wilhelm von Leibniz llamó la dictadura de las mayorías. Poniéndome extremista con el ejemplo, si el 55% piensa que el otro 45% debe ser fusilado, sería una decisión democrática, pero un poco inapropiada.

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En nuestro continente han avanzado los gobiernos populistas , apoyados por una mayoría ciega que no les pone límites ni controles, permite el acúmulo de poder convirtiéndose en verdaderas dictaduras. Así, con el poder absoluto, no respetan las leyes democráticas, ya que el partido dominante ha metastatizado del ejecutivo al legislativo y judicial, modificando leyes y constituciones según conveniencia.

Cuirosamente, el mejor análisis sobre este fenómeno no viene de Latinoamérica, sino de Italia, donde uno de los más reconocidos juristas, Luigi Ferrajoli, analizando el gobierno de Berlusconi habla de la ¨desconstucionalización¨  neologismo acuñado en su libro ¨ Poderes Salvajes. La crisis de la democracia constitucional¨ (Ed. Trotta, Madrid 2011), que intenta explicar esa tendencia de los gobiernos populachones, a creer que el consenso popular es la única fuente de legitimación del poder político. Si bien habla del sistema político italiano, basta obviar la referencia geográfica y veríamos que perfectamente extrapolable a las realidades latinoamericanas. Se refiere a un proceso (el de desconstitucionalización) de construcción de un régimen antiliberal, basado en la pasividad de una parte relevante de la sociedad, ya sea por comodidad o ignorancia, ante la violación sistemática de la Constitución y el rechazo a los límites impuestos a las instituciones, transformando al sistema político en la pretensión de la omnipotencia de las mayorías, el menosprecio del sistema legal, la separación de poderes y las garantías que forman parte de todo sistema democrático. Cito: ¨Así, el edificio de la democracia constitucional resulta minado de raíz en su totalidad: porque no se soporta el pluralismo político y constitucional, por la desvalorización de las reglas; por los ataques a la separación de poderes, a las instituciones de garantía, a la oposición parlamentaria, a la crítica y la prensa libre; en definitiva, por el rechazo al paradigma del estado constitucional de derecho como sistema de vínculos legales impuestos a cualquier poder¨.  Cualquiera diría que es una descripción fiel de los gobiernos del ¨pajarito chiquitico¨ en su renovada versión espectral o el de la ¨señora del eterno luto¨. 

chavez y cristina

Ya aclaré que Ferrajoli hace su análisis de la democracia berlusconiana, uno pensaría, pobres italianos, si, pobres, pero en cierta medida están a salvo de tanto desmán, por el hecho de pertenecer a la comunidad europea y tener intenciones de seguir así, obliga a Italia observar las normas democráticas. Es una democracia madura en que los distintos poderes aún conservan su independencia y existe cierto autocrontrol y conciencia cívica ciudadana que no se creen cualquier pavada que les cuentan.

Una verdadera democracia, más que la voluntad de la mayoría, debería ser el respeto de las minorías, de la división de poderes, la fortaleza y los límites de las instituciones. Una democracia que no cumple estas premisas básicas cae en el desgobierno, la corrupción y ralentiza el desarrollo social. Suplantar las leyes por los dictados de la mayoría, si todo empieza y termina en la prevalencia de votos, deja a la democracia a la voluntad de la patota.

mafalda_democracia

Lo ha dicho el bicho

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