¨Volver, con la frente marchita…¨ No, Gracias.

Hacía tiempo que no escribía en el blog, casi que lo daba por abandonado definitivamente, entre el trabajo, las pocas horas de sueño y los niños, no encontraba tiempo para tirar unas líneas. Pero es justamente que pensando en mis hijos y el siempre latente deseo de volver a  mi tierra hicieron que me pregunte si vale la pena. Desde el punto de vista emocional, de las añoranzas, extrañar a la familia, los amigos y hasta la gastronomía, pegaría la vuelta ipso facto y eso que donde ahora vivo he formado un grupo lindo de amigos, puedo hacerme mis buenos asados con carne argentina, tomo mate, hasta consigo medialunas y dulce de leche. Digamos que, estando emocional y gastronómicamente contenido, serían otros los factores a tener en cuenta si uno decide volverse, en una España en crisis el trabajo puede ser un motivo, pero afortunadamente, no es mi caso. Entonces empiezo a pensar donde quiero que mis hijos crezcan, en que entorno, con que expectativas y es cuando la balanza se inclina a quedarnos en este lado del charco. Todas las mañanas, mientras desayuno, leo las versiones online de varios periódicos, tanto españoles como argentinos, entre ellos los de mi ciudad, Santa Fe y no estoy diciendo nada nuevo al notar una tendencia  macabra en que los rotativos nos informan de la ¨ muerte nuestra de cada día¨. Lo que me motivó a escribir, fue la noticia de una nena, que estando tranquilamente jugando resultó gravemente herida por una bala perdida, proyectil que había sido disparado desde la otra orilla del río, donde unos simios no evolucionados decidieron solucionar sus diferencias a los tiros. Leo una y otra vez la noticia y también los comentarios de la gente cargados de indignación y dolor, entendibles 100 %, el  ¨hasta cuando..¨ se repite una y mil veces, despotrican contra jueces, policías y políticos, otros, piden paredón, bala y militares lo que me retrotrae a una de mis primeras entradas Balas para todos. El populismo punitivo. 

Al día de hoy, Serena, la niña en cuestión, se debate entre la vida y la muerte, su familia y amigos lejos de entender porque les pasa esto, buscan el consuelo arropados por toda una sociedad que organiza marchas de protesta, cadenas de oración, se desarma en deseos de milagros y recuperación, esa misma sociedad que se siente en jaque, desprotegida, que ve como grupos de HIJOS DE PUTA han ganado terreno, que aparte de robarles cosas materiales, le han robado la paz, la tranquilidad de salir a pasear, de disfrutar del producto de su trabajo sin temor a que alguien se crea con derecho a arrebatarlo. Debe ser pesado para un ciudadano honesto, saber que salir de casa puede significar volver sin la billetera, sin el celular, sin el coche o peor, no volver. Para colmo, cuando ve que puede haber castigo para el delincuente, se encuentra con una justicia garantista, que tiene atados de pies y manos a quienes tienen que hacer cumplir la ley, a quienes tienen que protegerlos. Jodido debe ser tener a un Estado elefantiásico que se pierde en burocracia, carente de reflejos o  ausente.

Mientras busco hilvanar ideas, me entero que en mi otra ciudad amada, Córdoba, se está produciendo destrozos y saqueos a comercios, aprovechando que la policía se ha declarado en huelga, dejándonos imágenes como estas

pareciendo que se ha desatado una lucha de clases, pero el tema es que esa guerra es de pobres contra pobres o mejor dicho, de vagos mantenidos por el sistema de pobreza institucionalizado a base de subsidios y de la clase trabajadora.

Solo un dato, los índices de criminalidad en Argentina, se han disparado en la última década, quedando en un cómodo primer lugar, según la OEA, vamos a la cabeza en tasa de robos, con 973 por cada 100.000 habitantes, superando a Brasil  (415) y a EEUU (123). Mientras los datos no dan lugar a segundas interpretaciones, desde la cabeza del estado, siguen insistiendo, es todo una sensación.

Pero no hace falta ponerse en estadista para saber que en Argentina estamos jodidos, que hemos perdido la batalla, vivimos la peor de las crisis, más allá de la económica, vivimos una crisis de valores, hemos perdido el respeto por los demás, no hay una cultura del esfuerzo, mientras tanto, los honestos somos cada vez menos o cada vez tenemos menos voz y voto. Culpables, claro que hay culpables, los sospechosos de siempre, la clase política, sin nombrar a ninguno en particular y metiendo a todos en la misma bolsa, ahora,  esos políticos no son más que el reflejo de los argentinos, le pese a quien le pese, en 30 años de democracia, con un desfile infinito de políticos, no hemos sabido evolucionar como sociedad, parece que  insistimos los argentinos en autodestruirnos, independientemente del nombre que está a la cabeza del gobierno.

Mientras actualizo la entrada, leo la noticia que Serena ha muerto, sus heridas eran muy severas, otra vez empiezo a leer en las redes sociales las expresiones de lamento, odio, impotencia, rabia y ruegos a la deidad prevalente. Pero, ¿cambiará algo en nuestra sociedad un golpe tan duro? Es triste y lamentable, pero lo que veo es que en un par de meses, salvo sus familiares y amigos, nadie se acordará de ella, al domingo siguiente, 22 boludos jugando al fútbol, concentrarán más gente que todas las marchas de protesta que puedan organizar sus padres. Seguiremos aceptando con resignación que los periódicos nos cuenten de la muerte o muertes diarias, seguiremos en nuestra anestesia.  Continuaremos, como mejor podamos con nuestras vidas tratando de no ahogarnos en el mar de mierda en que nos hemos ido metiendo solitos.

A ese lugar no quiero volver, llámenme paria, cipayo, como quieran, pero es que veo que quien está realmente herida de muerte es la propia sociedad argentina, donde el egoísmo ha ganado terreno a la moralidad, un individualismo salvaje que nos hace dejar de pensar en el bien común y nos lleva al sálvese quien pueda. No quiero volver a un sitio donde patria, fidelidad, honor, libertad, familia ya no significan mucho, donde Estado y educación no van de la mano, al contrario, el primero ha fagocitado al segundo, donde la ética es para ¨giles¨.  Es la propia Argentina la que recibió un balazo en la cabeza y agoniza, no hay un sentido de pertenencia, no sabemos lo que es la solidaridad, ¿tolerancia? ¿qué era eso? Viveza criolla, no quiero que mis hijos escuchen hablar de ella, quiero vivir donde se respete a los mayores y se cuide a los niños, donde haya un sentido de justicia y orden por todos conocido y aplicado.

Quiero estar donde hay respeto y amor a la vida.